DEDICATORIA:



Dedico con mucho cariño este blog a los buenos amigos que se prestaron gratuitamente a ejercer de improvisados actores para que Tele-Le fuera una "realidad". Especialmente a Jesús; pese a todo, él sigue conmigo.

sábado, 20 de febrero de 2021

EL CONVITE-1


HISTORIA REAL COMO LA BIRRA MISMA

-CAPÍTULO 16-

-EL CONVITE-

-PARTE 1-

 Sestampana no veía el momento de llegar al restaurante. El vestido de novia empapado pesaba como si llevara un elefante sentado en la cola; que dicho sea de paso, al ir arrastrándolo por el suelo, tenía pegado barro yerbajos y hasta la caca de varios perros que les salieron al paso.

El velo, aún más largo que la cola del vestido, parecía un viejo sacudidor completamente hecho girones. Del ramo de novia sólo quedaban los tallos. Su rostro deforme, junto al agotamiento y la preñez, daban a la pobre novia el aspecto más patético que se me ha ocurrido inventar y vosotros solitos debéis imaginar.

La novia llegaba al Restaurante La Arcada De La Abuela al borde de la extenuación y repitiendo mecánicamente:

 “¡No pasa nada! ¡Alguna cosa tendría que salir mal!”… “¡No pasa nada! ¡Alguna cosa tendría que salir mal!”… “¡No pasa nada! ¡Alguna cosa tendría que salir mal!”…

 Afortunadamente llegaron vivos… empapados, exhaustos, pero vivos. Sestampana no pudo contener la emoción al ver en la recepción una muchedumbre zampando a dos carrillos.

Continuaba con los parpados muy hinchados y apenas asomaban las pelotillas negras, suficiente no obstante, para poder ver sin darse de tortas contra la pared.

Enseguida reconoció en aquellos glotones a algunas de sus invitadas además de “grandes amigas”: Ana Cardo Borriquero, Deborah Menterita Toltoto, Claudia Sífilis, Eugenia Martínez de Orujo y Carmela Tragantá, que declinó la invitación a ser dama de honor, porque no le gustaba ser protagonista de otra boda que no fuera la suya.

Sestampana estaba tan feliz de verlas, a ellas y al resto de la pandilla, que no le importó que ninguno hubiera acudido a verles casar, ni que hubieran empezado el ágape sin esperar a novios y madrinas. Tampoco le importaba que ninguno de ellos girara la cabeza para saludarles, abstraídos como estaban en llenar el buche de canapés.

 -      ¡Camalelo! –gritaron las chinas-. ¿Qué hace esta gentuza tlagando a dos calillos sin espelalnos? ¿Quién ha dado la olden de selvil los canapeles antes de nuestla llegada?

-      Lo siento señora, -se excusó azarado Albert Onto-. Esa señorita preciosa del vestido blanco ¿no es la novia?

-      ¡¡Ajolá!! ¡¡Ya me gustalía!! –decían las chinas como siempre, al unísono-.  Pelo no, mi nuela es este espelpento que tlaemos aquí con estas pintas asquelosas.

-      Cuánto lo siento – se disculpó el camarero sin saber dónde meterse, francamente contrariado por la metedura de pata-. Lo siento muchísimo.

-      Más lo siento yo que tenemos que calgal con ella pala toda la vida polque mi hijo se ha enamolado como un imbelbe.

-      Ya vale doña Toíto, Ya está bien, no me ofenda tanto que si usted se viera bien, se avergonzaría de su aspecto mucho más que yo del mío –se defendía Sestampana apenas con fuerza.

-      Calla desvelgonzada, no me hables así que soy la madle que palió a tu plecioso malido –espetó la adusta Kemesuda Toíto.

-      Y yo la que me quedé pleñada –apuntó la tía Mepika Toíto.

-      Mamás, por favores, que hoy es el día más feliz de mi vida, no me lo estropees. Sestampana es mi esposa, la amo, la quiero  y quiero que tú la quieras tanto como yo. Ella ahora es tu hija. Este no es sitio ni momento para discutir.

 El camarero Albert Onto viendo que la situación se ponía complicada,  llamó al encargado: Alberto Mando, que rápidamente se hizo cargo de la incómoda situación.

Dio unas palmadas para llamar la atención de los invitados de sus clientes y al grito de: “¡Señores, han llegado los novios!” Comprobó que ninguno de ellos le hacía ni caso.

Repitió la operación añadiendo: “¿Quieren ustedes hacer caso a esta pareja?  Tampoco obtuvo respuesta y no le quedó más remedio que tomar una drástica decisión: Gritó alto y claro: ¡¡O saludan o no sirvo ni un plato más!!

 Como por arte de magia, todos los invitados giraron el cuerpo y saludaron con la mano. No podían gritar ¡¡vivan los novios!! Por tener la boca llena a reventar. Boca que a todos se les abrió de golpe como pala de tractor dejando caer la mies, al ver la estampa nupcial que tenían delante. Pronto recuperaron el resuello, que no la vergüenza y ya se disponían a continuar comiendo sin siquiera acercarse a los recién llegados, pero Alberto Mando, que había tomado el ídem, les dijo:

 -      “He dicho que no sirvo un canapé más si no se comportan ustedes. ¡¡Saluden a los novios como merecen, caramba!!"

 Los ansiosos invitados por puro compromiso fueron acercándose a los recién llegados. No podían besar a la novia por temor a reventarle los racimos de uva moscatel que adornaban su rostro, y por el asco al borde de la arcada que les producía mirar el rostro de la desdichada novia.

Sus eneamigos optaron por apretarle la mano y sonreír tan falsamente como pudieron. El primero de ellos, no podía ser otro que Santiago Ronazo Meapuntoalogratis que casi sin mirar dijo: Sestampana, “te acompaño el sentimiento”.

 -      ¿Pero en este caso no se dice enhorabuena? –preguntó tristemente la novia.

-      ¡Ah, pues no sé! Yo creía que cada uno decía lo que sentía. Estoy aquí acompañándote y esto es lo que siento.

-      Bueno hombre, pero esto no es un pésame, es una felicitación. Tendrías que decirme lo guapa que estoy.

-      ¿Y mentir? ¡No, que me acabo de confesar!

-      ¿Pero has estado en misa? ¡No te vi!

-      Lo contrario hubiera sido milagro… Bueno Sestampana, que no quiero ser abusón acaparando tu tiempo. Además no pondrán más comida hasta que no os saludemos todos y ya ves la cola tan larga… ¡Uy! ¡Perdona, no quería recordarte lo único que no vas a tener desde ahora! –dijo el descarado.

-      Vamos, vamos, que la gente se espacienta –cortó el novio.

-      Oye, muy buenos, buenísimos los canapeles –dijo sin haber felicitado a la pareja Santiago Ronazo.

-      ¿No olvidas nada? –preguntó Esterrato tendiendo la mano esperando recibir un sobre con el dinero del regalo.

-      Cierto. ¿Cuándo sirven la comida? –salió por la tangente el gorrón.

-      Cuando terminemos de saludar a los envitaus –contestó el pobre chico con desilusión.

-      ¡¡Y de recibir los regalos!! –remató Sestampana.

-      Nunca imaginé que te vería casada –dijo Cosme Adoscarrillos.

-      Imaginación has tenido poca, y vergüenza, mucho menos. ¿No me vas a felicitar?

-      No, me acerqué para hacer el paripé, aunque lo que en verdad me interesa es que vuelvan a ponernos de comer, que el hambre ya es acuciante.

-      Entonces de que nos des un sobre con dinerito, ni hablamos, mi querido Cosme Adoscarrillos ¿no?

 Santiago Ronazo Meapuntoalogratis y Cosme Adoscarrillos, sin hacer caso a la parejita, se alejaron de allí silbando con disimulo.

 Casi al final de la fila se acercaron a la novia sus amigas Ana Cardo Borriquero, Deborah Menterita Toltoto, Claudia Sífilis, Carmela Tragantá y Eugenia Martínez de Orujo.

 -      ¿Cómo es que no habéis ido a la ceremonia, mis queridas damas de honor? ¡Con tanto como os lo rogué!

-      Tú nos rogaste puntualidad –se atrevió a contestar Ana Cardo Borriquero-. Se nos hizo tarde para llegar pronto a la iglesia y para ser puntuales, hemos venido bien prontito al ágape.

-      ¡¡Me hacía tanta ilusión que mis amigas me hubierais acompañado en el momento más importante de mi vida!!

-      Yo estuve en el más importante Sestampana –apuntó picarona Devorah Menterita Toltoto.

-      Bueno, bueno -cortó inquieta Sestampana-. Eso son cosas de otros tiempos, cuando yo era soltera y ahora ya soy una mujer casada.

-      ¡Suerte la tuya! –dijo Carmela Tragantá-.

-      No sé si suerte estar casada. De momento lo que estás es horrorosa, y para casarse con este pobre birrio, tampoco te había hecho falta ser tan Pu… Bueno, ser tan apresurada en echarte novio –dijo  Eugenia Martínez de Orujo, quedándose más ancha que larga; aunque en realidad, ya había ido así al evento,  porque Eugenia Martínez de Orujo era bajita y regordeta.

 Impacientemente pacientes, uno a uno todos los amigos, conocidos y convidados en general,  fueron acercándose a los novios y con casi igual poco tacto e idéntica usura, felicitaron a la pareja sin entregar ni un solo regalito, por cutre que hubiera sido.

Cumplido el requisito, se acercaron a la mesa larga llena de bebidas y refrescos donde además había varias bandejas y platos con canapés y bocaditos. Estaban ansiosos de escuchar “el pistoletazo de salida” y tras la orden del amable camarero de acercarse a aquella  mesa, formaron un circulo infranqueable entorno a ella. Tal como gorrinos, continuaron llenando sus buches y después como gallinas, picotearon incluso las migas del mantel.

Cuando terminaron con todos los canapés, por fin disiparon el círculo del que habían excluido a novios y madrinas, que todo el rato intentaron llegar a las bandejas sin conseguir ni un bocado ni una gota de bebida, porque cuando accedían a las bandejas que portaban con diligencia los camareros, sólo quedaban las copas ya vacías y escurridas como fregonas.

 Alberto Mando, el “metre” no tardó en dar aviso para que fueran pasando al comedor.

Como una estampida de búfalos levantando hasta polvo, los invitados ocuparon todos los asientos dispuestos y cuando digo todos, quiero decir todos, que ni uno dejaron para los homenajeados.

 Alberto Mando se dirigió receloso a Sestampana:

 -      Lo siento señora, no tenemos más sillas, se ve que han venido más personas de las previstas.

-      ¿Y la mesa presidencial? –preguntó desolada la novia.

-      Ocupada señora. Ahora bajará una vecina con unas sillas de camping para que puedan ustedes sentarse.

-      Bueno, pues vaya usted silviendo la comida que ya vamos teniendo hamble  –apremiaron las chinas.

-      ¿Sin esperar a la vecina que trae las sillas? –dijo en un hilo de voz Sestampana-. ¡¡Estoy muerta!!

-      Sí, hace lato que empezaste a olel fatal.

-      Señores comer de pie es muy incómodo –decía solícito Alberto Mando-. Yo también creo que deberían esperar.

-      No, mire, no espero a nada, que por esperar un día maravilloso, mire la mierda de día que estoy viviendo –espetó de pronto Sestampana.

-      Pues no lo sé la verdad, no he leído el resto de la novela.

-      Suelte que tienes, pelo mejol léela cuando esté telminada y así podlás juzgal la pelvelsidad de la escritola.

-      ¡¡Esa señora no puede ser tan cruel!! –defendía sin saber el camarero.

-      Tienes lazón no es tan cluel, no es más mala ¡¡es peol!!

 Sin poder sentarse, novios y madrinas muertos de hambre, miraban pasar ante ellos –sin verlos- platos llenos de lo que parecían las suculentas viandas elegidas por las japochinas Toíto para menú de la boda de su adorado Esterrato.

Escuchaban las animadas risas de los desalmados comensales que continuaban con su tarea de llenar la andorga como si no hubiera mañana… ni pasado.

 Los hábiles camareros con Albert Onto al frente, se afanaban yendo con bandejas llenas y viniendo segundos después con ellas vacías y sin tiempo ni de mirar a los cuatro personajes que con sus galas de bodorrio, continuaban en pie, desencajados por el cansancio, hambrientos y sedientos, esperando pacientes su turno para ser servidos como la etiqueta manda; aunque en este caso no había protocolo, etiqueta ni decencia para con ellos.

 Los invitados zampando con tanta rapidez, no tardaron en dar fin de las provisiones y los novios fueron requeridos al grito de “vivan los novios”, “que se besen, que se besen” y “Tarta, tarta, que corten la tarta”.

El amable encargado de los camareros, Alberto Mando, al que hemos aludido montón de veces en este capítulo, -y lo que queda- se acercó a ellos y les informó:

 -      Visto lo visto yo creo que lo mejor es que vayan ustedes, corten la tarta, así se irán estos depredadores y entonces podrán ustedes sentarse tranquilamente a comer.

-      ¿En este lestaulante siemple es así? Yo cleía que plimelo y plincipal selían los novios y padlinos pala sentalse a comel y el lesto de gente se sentalía después.

-      Lo siento señoras, pero las cosas no siempre salen como uno las piensa, y en este caso al parecer están saliendo tal y como las piensa la desalmada escritora.

 Más acaramelados que la propia tarta, Esterrato y Sestampana coreados por sus eneamigos se acercaron a la mesa que debería ser la presidencial y cortaron una pequeña tarta, mientras a los insaciables les servían un plato con el surtido de postre que engulleron con la misma glotonería con que zamparon los canapés y el resto de menú.

Ya saciadas sus ansias de comer, ninguno de ellos hizo ademán de abandonar la poltrona y charlaban animadamente entre ellos sin dejar de hidratarse con el surtido de vinitos y licores que se habían endosado a lo largo de todo el ágape nupcial.

 Las amigas de la novia con más guasa que arte y más borrachas que cubas gritaban: “¡¡Qué tire el ramo, qué tire el ramo!! ¡¡Qué empiece el baile, qué empiece el baile!!” Y Sestampana loca por sentarse, pensó que si tiraba el ramo, comenzaría el baile y podrían entonces sentarse por fin a cenar… o sentarse simplemente, porque tenía más cansancio que hambre y hambre tenía mucha.

 Las ebrias hicieron un corro y Sestampana de espaldas a ellas lanzó el ramo hacia atrás (ya sabemos cómo estaba a esas alturas el ramo). La ceguera de vinosis y licorosis hizo que ninguna de las chicas viera el proyectil que se les venía encima y que fue a parar directo al careto de Eugenia Martínez de Orujo y desde entonces está trabajando  de gafe mirando con el único ojo sano a los enemigos de quienes la contratan de tuerta y muy señora mía.

 No se puede saber cómo empezaron los acontecimientos casi luctuosos que se desataron en aquel salón de celebraciones y que pasamos a relatar por expreso deseo e imaginación de la mencionada escritora.

No hay comentarios: