DEDICATORIA:



Dedico con mucho cariño este blog a los buenos amigos que se prestaron gratuitamente a ejercer de improvisados actores para que Tele-Le fuera una "realidad". Especialmente a Jesús; pese a todo, él sigue conmigo.

jueves, 11 de marzo de 2021

EL CONVITE-Y 2

HISTORIA REAL COMO LA BIRRA MISMA

-CAPÍTULO 16-

-EL CONVITE-

-PARTE Y 2-

Las madrinas continuaban en el mismo sitio desde que llegaron. En silencio, sin dirigirse la palabra ni entre ellas, parecían estatuas de mala calidad –y peor gusto- compradas de segunda o tercera mano en algún mercadillo olvidado. Cegatitas como eran, parecía que no se enteraban demasiado del despropósito que les rodeaba.

 -      Camalelo, indíqueme pol favol dónde está el wátel, letlete o selvicio que anaconda aflicana quiele salil de baliga de china y no sé dónde puedo alivialme.

-      Tampoco hacían falta tantas explicaciones… tienen ustedes el excusado al fondo a la derecha ¿Lo ven? –dijo señalando.

-      ¿No ve que tengo las pelotillas neglas entoñadas entle los palpados? Sea usted tan amable de acompañalme que no veo la puelta que me indica.

 El camarero: Gumersindo Trespédos, tan solícito como contrariado por tener que entretenerse en llevar hasta el wáter a aquellas dos adefésicas viejas, intentó enfilar el camino delante de ellas para guiarlas, pero las dos al unísono dijeron:

 -      ¿Pelo qué haces insensato? Es de malísima educación que usted camine delante de china.

-      Y si camino detrás ¿cómo voy a indicarles?

-      Me hace ilusión que un señol me siga con buenas intenciones ¡¡hace tanto tiempo que ninguno lo hace!! –se dijeron al oído entre ellas con sonrisas picaronas-. He dicho detlás y no hay discusión –exigieron en voz mucho más alta que ellas mismas.

 Gumersindo Trespédos no entendía la cerrazón de las chinas, tampoco tenía el placer de conocerlas, ni había tenido oportunidad de leer el capítulo 5 “La Moncloaca”. Aun así -o quizás por eso- el amable trabajador de “La Arcada De La Abuela”, obedeció la orden de las casi figuras de porcelana barata.

Así las viejas Toíto con sus mantillas, peinetas, quimonos, chancletas y calcetines blancos con raquetas bordadas y agujereados con tomates, comenzaron el ritual bien sabido por los que con atención –y en plenas facultades mentales- habéis llegado hasta aquí leyendo.

Varios minutos después de emprendido el camino y harto de lentísimos pasos, reverencias y peditos de viejas, Gumersindo Trespédos, viendo que sin indicación alguna las viejas iban derechitas “al fondo a la derecha”, dio media vuelta y se dirigió a sus múltiples quehaceres, sin saber las trágicas consecuencias que tendría tal acto de rebeldía y mala educación para con las Toíto.

 Las chinas, varios largos minutos después, a punto de llegar al WC, se giraron para decirle algo al hombre que pensaban que las seguía y al comprobar que tras ellas sólo estaba su halitosis y el hedor de sus flatulentos peditos; se miraron y sin necesidad de decir ni media “L”, actuaron con la peor mala leche para la que fueron inventadas.

No voy a ser escatológica, no es mi estilo, pero las chinas se aliviaron con ganas justo a la puerta de la cocina… a la puerta del almacén, del guardarropa, del privado y del bar… Todas las que no pillaban ni cerca ni lejos del propio wáter. Ellas, tan bajitas, ¿dónde tendrían guardado semejante “reptil”? Ellas, siempre tan insufriblemente lentas, nadie sabe cómo pudieron darse tanta prisa en sembrar de estiércol el recinto, y moverse como el Correcaminos para cambiar de escenario, porque en la  siguiente escena en que aparecen las cochinas chinas –sin ánimo de ofender- ellas estaban estatuadas al lado de los novios en el mismo lugar donde se colocaron al llegar al restaurante.

Esterrato miraba a su esposa, cabizbaja, llorosa,  triste… y trató de consolarla sin demasiada fortuna, porque verdaderamente todo estaba saliendo tan mal, tan distinto a como ella soñó que sería su maravilloso día de boda, que creía estar viviendo una pesadilla que no acabaría ni dando un portazo a portada y contraportada de la “Historia real como la Birra misma” en que se había convertido su existencia.

 -      Mi vida ¿qué te ocurre? Te veo cazbibaja.

-      ¡Qué suerte! Al menos me ves algo.

-      ¿No estás feliz amor mío? ¡Es nuestra boda! ¡El día más feliz de nuestra vida!

-      ¡Ay Esterratito! Espero que a partir de ahora nuestra vida sea más feliz que lo está siendo el día de hoy.

-      Bueno amor, alguna cosilla ha salido mal…

-      ¿Alguna? ¡Si tú lo dices!

-      Claro que lo he dicho yo, ¿Acaso no reconoces mi voz?

-      Lo único que reconozco es que estoy deseando que acabe este día y poder descansar de una vez. ¡No veo el momento de meterme en la cama! ¡Aunque sólo sea para dormir!

-      ¡¡Aún queda rato para eso viciosilla!!

-      En este momento estoy tan cansada, que casi me alegro de que tengas ese “problemilla” para el arte amatorio.

-      Bueno, bueno, no descartes nada. Podrías llevarte un alegrón.

 Sestampana estaba tan agotada, que ni reparó en lo que podría significar la última frase de su novio, entre otras cosas porque percibió que entre sus invitados acababa de comenzar un gran barullo que estaban formando los comensales de aquella magna celebración.

Algunos se habían percatado del texto impreso en las bonitas minutas que tenían delante y fue entonces cuando leyeron todo lo que se habían metido entre pecho y espalda.

 Cuchichearon primero, levantaron la voz después y gritaron como posesos cada uno blandiendo una minuta en la mano.

Los camareros rodeados por los invitados pedían auxilio con desesperación… A los gritos salió asustada de la cocina apresuradamente Estosesta Desmadrando, con su mandil lleno de lógicos churretes de cocinera, intentó acercarse para ver lo que ocurría, pero en el umbral de la cocina, resbaló con algo blando y viscoso que olía a “Maderas de Orientales”, que tiraba de espaldas y así quedó, tendida en el suelo cuan larga era, perdiendo además de la dignidad, el conocimiento por el fuerte golpe en el cogote.

 Novios y madrinas no daban crédito a lo que intuían, porque verlo ya sabemos que sólo más o menos.

El griterío cada vez era más intenso, pero poco a poco fue dando paso a suaves quejidos que pronto se convirtieron en alaridos y retortijones de barriga.

El camarero Philipo Ketekagas, pudo zafarse del tumulto y corrió al privado con intención de telefonear.

Como pudo rodeó el mojón y abrió la puerta. Agarró el auricular y marcó el número de la policía que informada del problema, no tardó en personarse en “La Arcada de la Abuela”.

La primera patrulla cayó fulminada al resbalarse con la enorme culebra que había a la puerta de entrada. Allí quedaron los agentes que empercuridos y malolientes apenas pudieron pedir refuerzos.

Las sirenas de los coches y motos patrulla, alertaron a vecinos y fisgones que pronto taponaron la puerta impidiendo el paso de los agentes que tuvieron que disparar unos tiros al aire para dispersar a la horda (y la flaca) (lo siento no he podido resistirme).

 Los invitados no tenían fuerza ya ni para quejarse. Literalmente  tirados por los suelos –y no de risa- sudaban como si acabaran de atiborrarse de chiles Serranos. Aquejados de fortísimos dolores de barriga y retortijones de pelo en pecho.

Todos los invitados habían caído como moscas, excepto los camareros, madrinas y novios… los mismos  que no habían probado bocado. ¿Estaría mala la comida?

 De aquella manera bochornosa en la que se encontraban, no constituían peligro alguno para la integridad de los presentes, por ello, la policía se batió en retirada y un par de huevos para tortilla (tampoco he podido resistirme).

Avisadas por la policía, las ambulancias (dos que había en el pueblo) habían acudido al local a socorrer heridos, y a ellas fueron subiendo los maltrechísimos invitados, lanzados como fardos por los camilleros unos encima de otros y algunos encima del techo del vehículo para no tener que echar más viajes.

Así, saliendo invitados por puertas y ventanas, las viejas ambulancias emprendieron renqueantes el viaje al hospital, dejando el restaurante como si lo hubiera invadido una manada de Ñus en celo (o Tesafilm). (Estoy que no me aguanto ni yo).

 Con todos los invitados fuera de combate, al fin los novios y las madrinas ocuparon la mesa presidencial y se sentaron a esperar que les sirvieran la comida que habían contratado con tan escasísimo acierto y minúsculo presupuesto.

Sestampana demudada hasta las bragas, no podía articular palabra. Esterrato siempre atento (es un decir) a su recién estrenada esposa, de nuevo intentó animarla:

 -      Vamos cariño, abramos el baile.

-      No tengo las llaves –dijo exhausta a la par que apática y sin pretensión de bromear.

-      Que si mi amor, verás que sospresa más bonita te tengo.

-      ¡Otra sorpresa no por favor! –dijo al borde del terror-. ¡Si ya no hay invitados Esterrato! ¡Para quién vamos a bailar!

-      Pues nosotros dos solos. Pa bailar no necesitamos a nadie más.

-      ¡Que no! Que el baile de novios es para que nos rodeen los invitados y ser nosotros los protagonistas…

-       Pero te he preparado unas pocas sorpresas más, quiero que hoy sea un día inolvidable para ti vida mía… ¡¡Y la noche más!!

-      Tranquilo que lo único que está siendo este día, es inolvidable…

-      Me alegro que estés feliz cielo. Venga, vamos a bailar.

-      Ya te dije que no quiero, ahora que por fin he podido sentarme no quiero baile ni baila. Tengo los pies como botijos y sólo falta que me pises bailando el Vals.

-      ¿Vals? -No, ni vienels, pero tengo una cinta de cachete, que aunque está un poco viejita y he tenido que empalmarla con tesaflín por varios sitios, la he grabado con mucha ilusión porque  era la única forma de tenerla para que bailemos nuestra canción.

-      ¿Nuestra? ¿Tenemos una propia? No recuerdo cual.

-      Noches de un Blanco Sostén –dijo tan ilusionado como idiota.

-      No lo recuerdo, pero si tú lo dices…

-      Lo afrimo y republíco.

-      Firmas y rubricas en todo caso –dijo agotada Sestampana.

-      Y después ya verás, ya verás qué sospresona.

-      ¡En ascuas me tienes! –afirmó irónica.

-      No ¡qué pascuas ni pascuas! ¿Recuerdas lo que hablamos del Caribe?

 A Sestampana se le iluminó el rostro. Bueno, el rostro no podía iluminársele en aquel calamitoso estado. Digamos que se le alegró el alma al pensar que su novio había dado en el clavo por fin en algo tan importante como el viaje soñado  de luna de miel al Caribe.

-      Esterrato querido ¿de veras me vas a llevar de luna de miel al Caribe? –preguntó casi fuera de sí por la ilusión.

-      Yo no he dicho eso…

-      No te preocupes, no importa si al final te he roto un poco la sorpresa ¡¡Es tan maravillosa la noticia!! ¡¡Luna de Miel en el Caribe!!

-      Que no, que yo no he dicho eso… me refiero al baile.

-      Que sí, que bailaremos las Noches de Blanco Satén y luego…

-      Luego pondremos esta cinta que en la cara A te grabé “Caribe Mix” y en la otra cara tiene “Antología de la cazuela”.

-      ¿Y nuestra luna de miel? –preguntó derrotada.

-      Lo siento cariño… no tuve tiempo de… no tenemos dinero pa tanto despilfarro.

-      Total, otra desilusión ya ni me afecta –dijo mientras gruesas lágrimas de amargura corrían por entre las pústulas macilentas y verdosas que cubrían su rostro.

 Las madrinas estáticas como “Tancredos”, permanecían sentadas y con la oreja puesta en la conversación que mantenían los novios.

 -      Camalelo ¿a qué espelan pala selvinos la comida?

-      Un momento señoras, es que la cocinera también se ha puesto enferma y aunque hay comida, está toda cruda… -trató de disculparse amablemente el pinche de cocina Pisto Pisto Gorgoristo.

-      Yo he pagado y melezco que me silvan la comida. Es taldísimo y tengo un hamble de pel-lo.

-      Pagado, pagado… –dijo el dueño del restaurante Serafín Desemana-. ¡¡De momento yo no he visto un duro!!

-      ¿No me estalá llamando loñosa?

-      ¡¡Hombre no!! Sólo digo que aún no he visto un duro.

-      ¡¡Pues póngase gafas homble!! ¡¡Encima del bocholno que hemos pasado con nuestros invitados pol culpa de gente tan desagladable y poco plofesional como ustedes!!

-      Compréndame, no ha sido mi culpa lo que ha pasado.

-      No le hubielan dado toda la comida a esos glotones. Mi nuela está pleñada, hamblienta y ololosa.

-      ¿Y qué culpa tengo yo de eso?

-      De aquí no me muevo hasta que nos silvan el menú completito.

-      Ahora les traigo un bocadillo a cada uno y Sansiacabó.

 Enseguida llegó Pisto Pisto Gorgoristo con los bocatas que tomaron a pellizquitos, ninguno de los cuatro podía comer con normalidad… Las chinas porque no podían morder con la nueva dentadura postiza, Esterrato por lo desdentado y Sestampana por la hinchazón de los nupciales morros.

Horas más tarde, por fin pudieron dar buena cuenta de hasta la última miguita. Después, permanecieron sentados en absoluto silencio y sin mover ni un musculo.

El metre Alberto Mando, les instó a abandonar el local en varias ocasiones. Primero sutilmente y después con un cabreo del copón.

 -      Hemos pagado hasta que el cuelpo aguante y vamos a aguantal lo que haga falta.

Los novios incapaces de llevar la contraria a las chinas continuaban a la espera de que ellas decidieran por fin que ya era el momento de la despedida, como ya no había invitados a los que despedir, iba a ser rápido el despido –y no improcedente-.

La Moncloaca no estaba muy lejos de La Arcada De La Abuela donde se había “celebrado” la “comidaggg” nupcial.

Como bien sabemos baile no hubo, ni paseo por las mesas para departir con los invitados; no hubo nada de lo que Sestampana soñó y ahora soñaba con que “el día más feliz de su vida” acabara de una puñetera vez.

Le pidió a su ¿amado? Esposo terminar el “festejo” y marcharse a casa tomando un taxi; pero Esterrato lo único que había tomado en su vida fue la decisión de casarse con Sestampana, pese a la férrea oposición de su madre clonada con su tía.

 -      Mamita querida ¿no crees que ya va siendo hora de marcharnos? -preguntó Esterrato a su progenitora.

-      Es muy plonto tenemos que amoltizal el gasto y pelmanecelemos sentadas en este hol-lible lestaulante hasta que el último camalelo se haya quitado el unifolme.

 Ya era de noche ciego cuando agotado,  Serafín Desemana el dueño del Restaurante, le echó cojones y se acercó a la mesa donde permanecían como estatuas las “japochinas” y la pareja de recién “contrariados”.

-         Señoras ya nos vamos que el Restaurante La Arcada De La Abuela cierra, pero no hasta mañana; esto cierra y no lo volveremos a abrir; no vaya a ser que se les ocurra a ustedes volver a aparecer por aquí.

-         Pues sepa que es usted un desagladable y no voy a volvel pol aquí ni aunque me legalen el cubielto.

-         ¡El cubierto, el plato, el mantel y hasta la vajilla! Mañana cierro La Arcada De La Abuela y abro una funeraria, así cuando vengan ustedes no podrán protestar por nada.

-         No nos vamos hasta que no nos den un “tupel” con la comida que ha soblado –decían las madrinas sin mover una ceja (porque no la tenían).

-         A la puerta lo tenéis todo preparado; envuelto en bolsas y guardado  en cubos –gritó nervioso Albert Onto, que se había acercado para ayudar a su jefe en la tarea de evacuación de Toítos, Tanagustos y Tolratos.

 Viendo que no podían alargar más su “celebración”, se pusieron en pie y con la misma parsimonia, reverencia y pedito con que siempre caminaban; por fin comenzaron a dirigirse a la puerta de salida.

Sestampana dando el brazo a su marido –por no darle un par de guantazos que le hubiera encantado propinarle- seguía a corta distancia a sus suegras tapándose la nariz para no esnifar sus flatulencias festivas.

Ya casi en la calle (un par de horas después de emprender camino) llegaron por fin al umbral donde vieron que de la viga más alta pendían colgados del cuello Alberto Mando, Gumersindo Trespédos, Albert Onto y Serafín de Semana, con un cartel que decía: “que os vayáis a la mierdaaaaaaaa para nunca más volver”.

 Esterrato abrió un enorme y maloliente cubo de basura, sacó un saco de comida que tampoco expelía un olor demasiado apetitoso y obligó a su mujer a hacer lo mismo en el otro y cargar con la bolsa que contenía. Era la comida de sobra de su boda y no podían dejarla allí pudriéndose impunemente después de haberla pagado tan cara –sin haber soltado un duro por ella- La llevarían a casa y tendrían para comer varios días.

La comitiva nupcial continuó un lento peregrinar que acabó con las inexistentes fuerzas de la preñadita que cargada por dentro y por fuera,  destruida por fuera y por dentro y patético y desastroso aspecto, continuaba intentando guardar el tipo sonriendo a todos cuantos se cruzaban en su camino y que tenían la poca vergüenza de darles la enhorabuena con la sana intención de burlarse de ellos.

 Por fin, varias horas después de agotador camino, divisaron la nube de moscas que al percibirles a lo lejos, comenzaron a revolotear alegres cual mascota viendo aparecer a su dueño.

Sus vicisitudes no habían terminado aún. Casi a las puertas de la humilde, a la par que mísera casita, fueron atacados por una piara de jabalíes que guiados por el olor de la comida que portaban, bajaron del monte a darse el gran festín.

La pareja de recién casados luchó con todas sus fuerzas, que a esas horas no eran muchas, pero la sola visión de los incisivos colmillos del macho de la manada les hizo desistir. Abandonaron a su suerte la comida del ágape nupcial y se adentraron abatidos en “La Moncloaca”.

Nunca vieron cómo la piara al completo no pudo jamás regresar al monte. Murieron por ansiosos tras ingerir las sobras de la pitanza nupcial… ¿Estará mala la comida?

 Sestampana tenía la sensación de que habían pasado años desde que saliera de la casa de sus padres para encaminarse a la iglesia y unir su vida a la de su ¿Amado? Esterrato, aunque sólo habían transcurrido unas catorce eternísimas horas.

-         Querido ya tengo ganas de ver la sorpresa que me tienes preparada para nuestra noche de boda.

-         No te espacientes vida mía que estoy seguro que va a gustarte. ¿Estás emocionada? –preguntaba el lerdito.

-         Que no me hayas dejado saber nada me da más miedo que emoción y con todas las sorpresas que me has dado hasta ahora y el cansancio que tengo encima, sea cual sea la sorpresa, lo que me parecerá un lujo, será el lecho nupcial.

-         ¡¡El techo y las paredes vida!!

-         Lecho.

-         ¿Qué has hecho qué?

-         Que tengo ganas de descansar a tu lado –cortó- y ver esa sorpresa que estoy segura va a ser preciosa –mintió.

-         Lo es, es una ilusión que tengo desde que te conocí y hoy por fin voy a ver cumplimentada.

-         Por más que pienso no se me ocurre dónde está ese cuarto que has preparado para nosotros dos. Tengo ganas de gritar ¡¡Al fin solos!! –decía exangüe la novia preñada.

-         ¿Solos? –dijo Esterrato con extrañeza.

-         Bueno, solos tú yo y nuestro hijito creciendo dentro de mí.

 

BUFET LIEBRE

Algunos entrantes y otros entran después como aperitivo:

-       Queso curado en consulta no presencial y sin seguridad social

-       Ostras Pedrín

-       Pelotillas de pie de cerdo con triquinosis

-       Curcusillas rebozadas con huevo de mosca austriaca

-       Piel de elefante marginado del Amazonas rellena de amigdalitis

-       Neurona manoseada de varón rojo

-       Estornino aburrido en su propio nido

-       Alfeñique con pistachos desbordados del Orinoco

-       Cocletas rellenas de aire libre

-       Almóndigas adobadas con miel de oveja churra

-       Entrecuesto de  malvavisco con maroma silvestre

-       Ojo de gallo de pie con juanete artrítico

-       Hormiguitas en paro con su propia depresión

-       Decisiones de indeciso al apocado con salsa torpeza

-       Huevos de CENTURION con salmonella sobre rebanada de pan mohoso

-       Riñones al Jerez de la Frontera Cádiz

-       Aceitunas abrigadas con bufanda de anchoa sobre sábanas bajeras de queso laminado en rebanada de harina cocida al horno de la masa madre del pastelero

Comida del Bodorrio

-       Sopa de ajo agua y resina

-       Chuletón de vaca loca al punto de salirle gusanos…

-       Flan cisco alegre y olé con tarta Nauseal y helado de madeira cubierto con virutillas de serrín

Vinos y licores:

-       Verdejo con cardenillo del año que se pida

-       Vino de Toro menos bueno

-       Tinto silencio se Rueda

-       Tinto peleón de otro país criado en reyerta de la casa junto a barrica de roble con carcoma

-       Licores de garrafón del malo

-       Espumoso de jabón Lagarto

-       Barra en libertad provisional

 

La comida  será amerizada por la soprano De Fideos, que cantará las 40 en Bastos y si da tiempo las veinte en copas.

Después en la sala de fiestas contigua o sin tigua: “El cavernícola Loko” se celebrará un Baile hasta de coronilla con radio cassette de los 70 hasta que se acaben las pilas



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