HISTORIA REAL COMO LA BIRRA MISMA
-CAPÍTULO 5-
-LA MONCLOACA-
(PARTE 2)
Las chinas caminaban por el larguísimo pasillo. Lo hacían a pasito corto e insoportablemente lento, con las manos cruzadas bajo las amplias mangas del desgastado kimono y agachándose en reverencia en cada una de las interminables fotos colgadas en la interminable pared y soltando al unísono un tímido pedito con cada reverencia (tímido por el sonido, no por la estela a berza pocha).
Sestampana atufada por el olor de los peditos, extrañada por la tonta manera de caminar de la madre de su novio y su apéndice rubia y por emplear el tiempo de la caminata para no morirse además de por todo lo que le rodeaba también de aburrimiento, le preguntó a su novio:
- ¿Tu mad… tus mad… tu madre y tu tía son chinas, chinas o tienen algo de japonesas?
- Las dos cosas –contestó-. Su padre era chino y su madre cochina, pero tenían un anzresto muy antepasado japonés.
- ¿Pero ellas nacieron en China o en Japón?
- Shhh –escupieron las chinas-. No seas tan ilevelente, además de enteladita. Ya sablás lo que necesites sabel pleñada tonta. Además este tema conociendo a la esclitola, segulo que inventa pol lo menos un capitulo entelo.
- ¡¡Oiga señora…!! –intentó protestar Sestampana, justo antes de que su novio con el dedo índice cruzando sus labios de arriba abajo también decía Shhh.
Cuando un buen rato después llegaron a la salita y Sestampana pudo al fin sentarse, lo hizo frente a la madre y tía de su novio que no paraban de mirarla de arriba abajo y no por interés, es que con los ojillos achinados y la miopía no admitida, no veían tres en un burro, (ni pasaba por allí burro alguno que ver).
- Estelato mi amol, sécate que estás empapado y te vas a acatalal –dijeron unánimemente las chinas.
- No te preocupes mamá, mejor déjale la toalla a Sestampana que no quiero que enfreme y se ponga mala, o aún peor, que pierda a nuestro hijo.
- Bueno, si lo pielde selá pol no estal muy atenta al chiquillo, además ya sabes que sólo tengo una toalla y tú la necesitas mucho más que ésta calicatula de novia que me has tlaído.
Así de amables recibían a su futura nuera. Luego, mientras Esterrato se secaba y cambiaba sus ropas húmedas por otras igual de feas pero secas, las anfitrionas por fin se mostraron todo lo simpáticas que pudieron, es decir, ni una micra.
Cuando se hubo secado, Esterrato pasó la toalla empapada, raída y llena de agujeros a su novia para que hiciera lo propio. La chica agarró el trapo rasposo y felpilampiño. Al acercárselo a la cara, notó que el “Osito Mimosín” había muerto en aquel pedazo de tela y ahí continuaba el cadáver esperando a ser enterrado. Disimuló su repugnancia y devolvió “el toallo” a su novio.
- ¿Quieles tomal algo bilia? –preguntaron con amable desgana las dos gemelas “japochinas”.
- Admito ser una birria, pero necesito un vaso de agua por favor que estoy asfixiada –apenas pudo contestar la chica con la lengua como suela de alpargata esparteña.
- No te plegunto a ti, pleguntaba a mi quelido Estelato, además, agua no me queda – contestaron antipáticas las cegatas.
- Aunque sea del grifo por favor –rogó la preñadita.
- Me palece que eles muy lemilgadita. ¿No sabes que cuando se va de visita hay que decil que no quieles nada cuando te lo oflezcan? Pues yo no te he oflecido nada, ni pienso hacel-lo.
- ¡Ya! Pero es que me estoy muriendo de sed.
- ¡Molilse, molilse! ¡No nos caelá esa bleva! –remataron las desagradables viejas Toíto.
Esterrato permanecía en una silla junto a su novia sin parar de sonreír como lo que era: bobo y sin hacer nada por llevar a su novia el vaso de agua que no suplicaba de rodillas por no mover el culo del asiento.
Sestampana no pudo más y con la lengua grapada al paladar balbuceó:
- Pod favod, eunuco, dave ud vazo de agua o te ahodco.
- Ellas dicen que no hay –contestó sin mover un músculo.
- Pued vido o lo que cea pa poded mojad lod labiod hijo de… uda de eztaz amablez mujedez.
- ¡Vaya tres! –dijo Esterrato-. Entre mi madre, mi tía y tú vais a volver loca a la escritora.
- ¡O a los lectoles! – recalcaron las chinas que parecían hablar con eco.
- AGUAAAAAAAA –intentó gritar la visita, emitiendo un AGGG más parecido a una nausea que a una súplica.
- Eles demasiado exigente pleciosa; cleo que hemos empezado mal esta lelación. Estelato, tlae a tu novia un vaso –ordenaron las futuras suegras.
El muchacho obedeció rápidamente la orden de su madre y su tía y enseguida llegó obediente con un vaso…vacío… porque la suciedad no cuenta como “lleno”, aunque rebosara de churretones.
- ¿Para qué quiero un vaso vacío? –preguntó la angustiada chica.
- ¡¡Yo que sé!! He traído lo que me has pedido.
- Me voy a desmayar, agua por favor –rogó.
- Ya voy yo –dijeron las Toíto saliendo lentísimamente de la salita, soltando una carretilla de pedos retenidos.
- Esterrato, por favor, si van a ir y venir con esas pedorreadas reverencias, van a tardar demasiado en volver y me estoy muriendo de sed.
- No te preocupes mi vida, enseguida regresan.
- ¿No podrías ir tú? ¡¡Te lo ruego!!
- Te lo ruego no… ¡Esterrato! –dijo contrariado-. Ya no recuerdas ni cómo me llamo querida mía.
Largo rato después con Sestampana más muerta que viva, por fin aparecieron las pedorras con un vasito de agua. La pobre muchacha, sin poder aguantar más, se lanzó a las viejas y le arrancó a Mepika de entre las manos el vaso de agua turbiamente cristalina que Sestampana bebió de un trago sin tiempo para reparar en su contenido.
- ¿De dónde han sacado esta agua? –preguntó dando una arcada que ni las del puente sobre el río Kwai.
- Es la de mi dentadula postiza, polque no podemos despeldicial ni una sola gota del pleciado líquido con esta peltinaz sequía.
- ¡¡Qué asco!! –acertó a decir la desdichada Sestampana.
- ¡Pol favol! Qué tiquismiquis, sólo la he usado un mes –dijeron las viejas.
- ¡¡Hijas de Buda!! –gimió Sestampana sin fuerzas para levantarse a ahorcar a sus futuras suegras, que era justo lo que hubiera deseado.
- Bueno, vamos a hablal de lo que intelesa. Imagino que tendlás buena dote, polque con lo ololosa que eles no quielo ni pensal si además eles poble.
- Mamá, eso a mí no me importa en osoletamente –se apresuró a decir Esterrato-. Contigo pan y cebolla mi vida –dijo mirando aún más embobado –si cabe- a su novia.
- ¡Eso! ¡Y además de feo que te tufe el aliento! –pensó Sestampana sin atreverse a abrir la boca.
- ¿Tus padles están al coliente de este bodolio?
- Ellos estarán de acuerdo en todo lo que decidamos, ustedes no se apuren.
- Ni pulo ni cigalo, no tenemos esos vicios… ni otlos.
- No me cabe duda señoras.
- ¡Otlas cosas te caben hasta el fondo! jijijijiji –se dijeron burlonas una hermanan a la otra.
- ¡Ya está bien señoras! ¡Me están ofendiendo!
- ¡Eso mamá! Pobre Sestampana, no merece tanto desperdicio –defendió Esterrato.
- Desprecio querido, desperdicio eres tú y estoy aguantando todo esto por ti
- ¿Pelo tus padles son adinelados o pobles? –cortaron en seco las viejas Toíto-. ¿Van a olganizalnos una melienda o ni siquiela piensan olganizal una buena pedida?
- ¡Mamá! No seas cochina, no es momento de hablar de flantulencias.
- Sí, sí, mis padres están de viaje, pero en cuanto regresen les invitarán a ustedes a una comida en nuestra casa.
- Eso me palece bien. ¿Tienes muchos helmanos? –preguntaron más por chismosas que por interés las viejas.
- No, soy hija única.
- No me extlaña, les saliste tan fea, que no quesielon lepetil. Lo Lalo es que no te dielan en adopción pala peldelte de vista.
- Entonces por esa regla de tres, nunca hubiera nacido Esterrato… Porque siempre se ha sabido que el padre de ustedes no las ahogó por no gastar agua a lo bobo.
- Eso no es cielto, me estás poniendo nelviosita peldida estoy segula que te lo acabas de invental.
- Yo no señora, se lo ha inventado la escritora en este mismo instante.
- Mamita tendrás que perdonar a mi novia, tiene las hermanas revueltas.
- Pelo acaba de decil que es hija única.
- Vamos a ver ¿las hermanas no son esas cosas que regulan tol cuerpo? –preguntó extrañado.
- ¡No, eso son las hormonas! –contestó la joven cada vez más desesperada.
- Pues lo que yo digo, hormonas, hermanas ¡qué más da!
- Yo lo único que veo es que esta chica, además de feísima, es una lagalta –comentaron entre sí las chinas. Vete a sabel quien la quedalía pleñada, polque este bobo todos sabemos desde el plimel capítulo que nunca podlía sel el padle de ese bombo.
- ¡Ya está bien! –se defendió Sestampana ofendida-. ¡Mira quien fue a hablar! Desde el principio del capítulo 3 estamos con la intriga de cómo concibió usted a Esterrato, que por cierto, también estoy deseando ver qué se inventa esta mujer para ese capítulo, mientras tanto, usted mejor a callar.
- Pues también es veldad –admitieron las viejas-. Estoy más guapa calladita.
- No se haga usté ilusiones –apuntó sarcástica.
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