DEDICATORIA:



Dedico con mucho cariño este blog a los buenos amigos que se prestaron gratuitamente a ejercer de improvisados actores para que Tele-Le fuera una "realidad". Especialmente a Jesús; pese a todo, él sigue conmigo.

viernes, 12 de marzo de 2021

LA NOCHE DE BODAS

HISTORIA REAL COMO LA BIRRA MISMA

-CAPÍTULO 17-

-LA NOCHE DE BODAS-

A tenor (y soprano) de lo que acababa de decir, Sestampana no tenía ni idea de lo diferente que sería el ¡¡Al fin solos!! De su noche de bodas.

 La joven desposada no veía el momento de arrancarse de la piel lo que quedaba de su maravilloso traje de novia. Tras llegar a casa y soportar el insoportable ceremonial de reverencias que en esta ocasión las viejas realizaron con más prisa que de costumbre debido al cansancio del agotador día de boda; tuvo que esperar a que sus suegras salieran del cuarto de aseo para poder por fin evacuar su vejiga. Luego y aprovechando que las chinas se habían retirado a descansar, los recién desposados decidieron hacer lo propio, aunque Sestampana, tras tanto tiempo de noviazgo y guardarse desde ese momento para su marido, pese al nefasto y agotador día y el cada vez más abultado embarazo, aun le quedaba cuerpo para desear echar un polvete y demostrarle a Esterrato lo mucho que le amaba… aunque no fuera del todo cierto, ni del todo polvete por falta del miembro viril del desposado.

 -         ¿No vas a meterme en  brazos? Siempre soñé que mi marido en noche de bodas me metería así en el tálamo.

-         Yo también tálamo mucho, con toda mi alma.

-         No te preocupes, comprendo que yo soy un poco pesada y tú eres demasiado langarucio para poder cogerme en brazos, pero tengo antojo cariño. Esterrato, ¿me metes?

-         Meterte… meterte, temo que  no va a poder ser querida.

-         Algún apañito podremos hacer ¿no? –dijo insinuante.

-         Mira ¿Te gusta mi sospresa? –preguntó con la misma cara de bobo que de soltero.

 Sestampana miraba en derredor, pero en la diminuta habitación no había nada semejante a una sorpresa, solamente una cama; un pequeño jergón sin catre de 80 cm y una cortina que Sestampana imaginó taparía la ventana. Sobre una caja de gaseosas vacía, a modo de mesilla de noche,  descansaba una palmatoria blanca, medio roñosa cuya vela daba luz tan tenue que apenas aliviaba la más que penumbra del cuartucho.

-         Me parece un poco pequeña la cama para dos. Dentro de nada ni yo sola con la barriga cabré en esta cama...stra.

-         Lo siento, pero no puedo dormir en otra cama que no sea esta. Además tampoco cabe aquí una cama más grande.

-         Perdona cielo, no veo ninguna sorpresa –dijo al fin con pena viéndole tan entusiasmado y por si le molestaba que ella no fuera capaz de ver su sorpresa.

-         ¡¡He lavado las sábanas!! –contestó incrédulo.

-         Ah, qué bien –pudo apenas decir desilusionada-. Muy bonitas con dibujos indefinidos  en el centro casi borrados. Con tan poca luz, apenas lo distingo, parecen dibujos de la gallina Caponata. No pensé que siguieran vendiendo sábanas de este personaje.

-         Yo tampoco lo sé, estas las tengo desde que hice la Primera Comunión. Me las regaló de segunda mano una vecina. Desde entonces no puedo dormir si no es con estas sábanas.

-         ¡Pues sí que resisten lavados, tantos años lavar y poner!

-         En realidad  las he lavado por primera vez esta mañana. Tenía miedo que se rompieran ¡cómo están un poco desgastaditas en el centro!  Aunque ha habido suerte –decía con cara de tan bobo que parecía imposible de superar.

-         Vaya, es verdad, están transparentes como espuma de jabón, pero mejor dejemos las sábanas, te agradezco la sorpresa, aunque ahora que por fin estamos solos, creo que deberíamos aprovechar el tiempo para amarnos como nunca tal y como me prometiste amor mío. ¿Podrías ayudarme a desnudar tesoro?

-         Pensé que sabrías vestirte y desnudarte solita guapa –espetó el idiota.

-         ¿Dónde pusiste el camisón que te di ayer para que me lo guardaras? Estoy deseando que me veas con él puesto. Verás como conseguimos animar a tu miembrecito viril.

-         Lo siento nena, se lo ha quedado mi madre porque le gustó mucho, aunque no entiendo por qué dice que a ti no te haría falta esta noche.

-         Bueno mi vida -contesto más que contrariada-. Espero que durante un buen rato no me hará falta, pero cuando acabemos de hacer el amor, lo necesitaré para dormir.

-         No te preocupes, aquí tienes uno que te ha prestado mi mamita –dijo mostrando un horroroso trozo de tela que quizás fuera una vez un camisón y ya no serviría ni para limpiar las lágrimas que resbalaban por el aún macilento rostro de la recién casada.

-         Pero el mío era mucho más bonito –decía apenada.

-         Éste es el camisón de novia de mi bisabuela, la única mujer casada de la familia… bueno y ahora tú esposita mía.

-         ¡¡Cuánto honor!! –contestó con resignación.

 A la pobre mujer no le quedó más remedio que quitarse sola su desgarrado vestido de novia y enfundarse un “camisón” horroroso con un puñetero dragón pintado a bolígrafo en la barriga. No quería que esa nimiedad fuera a echar a perder su esperada noche de bodas y tanto poner “¡Bueno, no pasa nada! ¡Alguna cosa tendría que salir mal!” En los dos capítulos anteriores, no quiso decirlo porque no le dio la puñetera gana y se acostó como pudo al lado de su esposo.

 -         Cariño ¡me voy a correr!

 Sestampana sabía que su marido no podría sofocar sus ardores de forma “natural” y al oírle imaginó que su marido habría pensado en algún juguetito que pudiera suplir esa parte corporal que ni tenía ni se la esperaba.

 -         ¿Qué dices Esterrato? –preguntó por si hubiera escuchado mal a su marido.

-         ¡Que me voy a correr!

-         ¡Pero si no me has tocado aún! –dijo perpleja.

-         No te preocupes, estás cansada, hoy me correré solo, ya mañana si eso, me acompañas.

-         Me estás poniendo nerviosa. No sé a qué te refieres esposo mío. Estas cosas mejor los dos a la vez ¿no?

-         Ya, mi vida, pero es que estás agotada.

-         Para hacer el amor saco fuerzas de donde no las tenga cariño.

-         ¿Hacer el qué? Yo es que si no hago un poco de ejercicio antes de acostarme no puedo dormir.

-         Pero… –protestó sabiendo que sería inútilmente, la afligida recién casada-. Ésta es nuestra noche de esponsales.

-         ¿Te parezco poco responsable?

-         Esponsales, boda, casamiento –apostilló-. ¿Es que no piensas consumar?

-         ¡Por supuesto! Consumar, restar, multiplicar y dividir… -dijo el tontazo saliendo al pasillo dando pasitos cortos como preparándose para correr una maratón.

-         ¿Vas a dejarme sola? –gritó impotente y desolada.

-         Tlanquila, sola no vas a volvel a estal en tu puñetela vida, nosotlas estamos aquí pala impediltelo.

 Sestampana acababa de caer en la cuenta: aquella era la única habitación de la casa. La cortina que creyó taparía una ventana, simplemente era la “pared” que separaba su “tálamo” nupcial, del camastro de sus suegras; que habían escuchado clarísimamente la íntima conversación amatoria que acababa de mantener con su marido.

No sólo iba a convivir con esas suegras malencaradas, además iba a condormir con ellas. Acababa de comprender que desde aquel momento condormir, sería el único “condo” que utilizaría en su absurda y surrealista vida.

 -         Esterrato, ¡¡¡no me dijiste que sólo había una  alcoba!!! –gritó.

-         ¿Piensas ponerte a barrer ahora?

-         AL-CO-BA no ES-CO-BA ¡¡Que eres más idiota de lo que pensaba!!

-         ¡Oye bonita! Estelato puede sel idiota, y se lo peldono polque es mi amado letoño, peloeles un putón velbenelo  y te hemos abielto las pueltas de nuestlo humilde hogal. No te voy a consentil que insultes a tu malido, ni mucho menos en mi honolable plesencia. Ya te dije que convivil con nosotlas no iba a sel talea fácil y lo vas a comploval lápidamente.

Esterrato regresó al cuartucho. Una carrerita por el pasillo y volvió al lado de su esposa  jadeante como si hubiera galopado varios kilómetros.

 -         Hazme un sitio cariño que ya vengo como nuevo…

-         ¿Ya acabaste de hacer ejercicio? ¿Eso es todo lo que necesitas correr antes de dormir?

-         A veces incluso menos, depende.

-         Estelato caliño, a dolmil, no pieldas las buenas costumbles, a vel si ahola como está tu mujelcita vas a pasalte la noche de cháchala –inclepó (perdón) increpó la vieja Kemesuda Toíto.

-         Maldita la hola que te enamolaste tan peldidamente de esta mujel –continuó increpando la tía Mepika.

-         Jolines, ya me estoy cansando de vuestros insultos, para no repetirsoslo más, desde ahora os exijo que  debéis respetar mi amoronamiento.

-         Enamolamiento, enamolamiento, ni siquiela sabes plonuncial bien el palablo.

-          He dicho que se acabó, y se acabó. Ni una palabra más al recpesto –gritó francamente enfadado Esterrato.

-         No te lo clees ni tú caliño. Te quielo mucho, pelo a la bicha espelpenta ni mijita –dijeron nuevamente al unísono las Toíto.

 Esterrato se acopló en el camastro al lado de su amada esposa, que había asistido impávida a la discusión de su marido con las dos viejas que iban a amargarle la vida mucho más de lo que nunca sospechó. Tendría que trazar un buen plan para poder resistir esa convivencia horrible que se le presentaba.

 -         Oye cariño, estos pantys de lana que te has puesto pican mucho ¿No te los quitas para dormir? –preguntó incómodo el desposado.

-         No llevo medias, tesoro, ya sabes que ayer fui al instituto de belleza del prestigioso Papo Nerteguapa para hacerme un tratamiento completo y estar preciosa de novia para ti y ya no me quedó dinero para depilarme.


-         ¡¡Qué cosas más raras hacéis las mujeres!! Pensé que os afeitabais con maquinilla gillete

-         No empieces que estoy agotada.

-         Pero yo no puedo dormir con esos picotazos en las piernas que parece que estamos acostaus en  un campo de cebada.

-         Estoy agotada, mañana ya si eso… Además te aseguro que tus pelotas son más incómodas y ásperas.

-         Cariño, -dijo en voz bajita-. No hables de mis testículos que me pones en vergüenza delante de mi mamita.

-         ¿Testi qué? ¡¡Me refiero a las pelotas como albóndigas que tienen tus puñeteras sabanas!!

-         En el aseo tengo mi cuchilla de afeitar.

-         ¿Tengo que ponerme a afeitar las sábanas ahora? –preguntó incrédula.

-         No mi vida, esas las afeitamos mañana y así nos entretenemos en la luna esa de la miel. Ahora aféitate las piernas que me arañas los calcetines.

-         ¿Duermes con calcetines? ¡Tendrás que cambiar esa fea costumbre! ¡No lo soporto! ¡Qué poco glamur!

-         Glamul, glamul, estás tú glamulosa pa plotestal pol cuatlo pelotitas de sobla.

-         Cuatro de sobra y dos de falta, señoras mías…

-         Vete a quitar esos pelos o no dormiré a pierna soltada.

-         ¡¡Está bien!! Con tal de que te calles…

En el minúsculo cuarto de baño sólo encontró una maquinilla de afeitar con las cuchillas melladas, oxidadas y aceganadas de pelos y jabón reseco.

Tras interminable rato, muchas tajadas en las piernas y un saco lleno de pelos, por fin Sestampana se dispuso a acostarse de nuevo. Esterrato acurrucado como gatito ocupaba prácticamente  toda la pequeña cama.

Intentó cariñosamente, luego suave, con caricias, bofetones y a culadas, apartar a su flamante esposo pero fue imposible. Más que dormido parecía muerto; también por el olor que desprendió al levantar las sábanas.

No hubo forma. Resignada, agotada, cabreada… Abandonó la sala de conciertos de pedos y ronquitos en Do Mayor y un menor y se sentó  en la silla de la salita para intentar dormir su primera noche de casada cagándose en la puta que parió a la escritora.

No hay comentarios: