12-12-2009
Un Paciente visita al psiquiatra porque se siente completamente incomprendido y ni siquiera tiene muy definida su sexualidad, aun cuando vive justo al lado de un burdel.
Un Paciente visita al psiquiatra porque se siente completamente incomprendido y ni siquiera tiene muy definida su sexualidad, aun cuando vive justo al lado de un burdel.
- ¿Cuál es su problema? –preguntó el doctor en cuanto escuchó a su paciente-. Permítame abrir la ventana, parece que huele mal.
- No doctor, no me despida sin apenas haberme escuchado.
- Oírle, no mucho la verdad, pero deja usted un inconfundible acto de presencia… Cuente, cuente.
- Los más tiquismiquis intentan ignorarme, aunque se noten mal al sentirme cerca, se avergüenzan de mí y esconden incluso que me conocen.
- Continúe hablando por favor.
- Me gusta estar al lado de la gente, pero nadie me soporta, dicen que soy pesado, incómodo, indiscreto, molesto… Me repudian, me esconden como si fuera deshonra mi amistad… Al parecer, si hablo bajito, me huele muy mal el aliento, pero si levanto mucho la voz, se avergüenzan de mí, sobre todo si estoy acompañado de mi vecina… Sin embargo cuando me presento de improviso en alguna fiesta, mientras el anfitrión se azara, se pone nervioso, en ocasiones pálido, otras ruboroso; los invitados aplauden mi aparición, se ríen con estruendosas carcajadas, disfrutan conmigo y me hacen sentir el alma de la fiesta. Al día siguiente todo el mundo habla de mi llegada inesperada y de lo maravillosamente que lo pasaron conmigo.
- Entonces no entiendo su pesar –dijo el médico.
- Es que doctor, ¡soy un pedo!
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