HISTORIA REAL COMO LA BIRRA MISMA
-CAPÍTULO 3-
-LAS GEMELAS “JAPOCHINAS”-
Esterrato Tanagusto era huérfano de padre y muy señor mío e hijo de soltera. Su madre –que nunca conoció varón- era tan posesiva y dominanta como china y cochina. Sus rasgos orientales eran heredados de un lejano ancestro japonés del que siempre que podía presumía la vieja.
Como acabáis de leer en el primer capítulo, la casa donde vivían en todo el pueblo era conocida como “La Moncloaca”.
La pequeña vivienda desprendía un olor nauseabundo y sobre el tejado siempre había una nube de moscas verdes grandes como estorninos.
Esterrato además de con su progenitora: Kemesuda Toíto, vivía con la hermana gemela de ésta: Mepika Toíto. Dos “japochinas” idénticas como dos gotas de zumo de limón y para que no las confundieran, la tía Mepika se había teñido el pelo de rubio platino, rizándolo con estropajosa permanente.
Imaginaos queridos lectores, una de pelo negro y lacio y la otra con idéntico careto, rubia con el pelo rizado y enredado como buena maraña de esparto.
Ambas, tenía los ojos como dos puñaladas en una sandía, no tenían sitio ni para legañas y las pelotillas negras eran como dos bolitas de caviar. Para ver cualquier cosa tenían que mirar dos veces porque de una sola pasada no abarcaban espacio suficiente.
Como casi todas las orientales, parecía que les habían dado un golpe con una tabla y eran chatas como dos perritos pekineses bigotudos, tenían gesto bobalicón y el rostro tan plano, como su encefalograma.
Las gemelas no podían evitar hablar siempre al unísono y en primera persona; era como escuchar con eco; raramente hablaba una sola, ni aun estando separadas, por eso Esterrato, cuando se dirigían a él, siempre las contestaba como si de una sola persona se tratase.
El día que Esterrato reunió valentía suficiente para hablar a solas con “sus madres”, les comunicó que tenía novia formal. Sorprendidas a la par que incrédulas y estupefactas… -tenía yo ganas de utilizar esta palabra- en un acto reflejo e incontrolado abrieron de tal forma los ojos que a Kemesuda se le agrietó el lagrimal del izquierdo y a Mepika el del derecho.
- ¡Estelato, no digas bobelías! ¿Cómo vas a tenel novia si eles cegato siamés, capón y poble? –espetaron las chinas desabridas y enjutas.
- Mamá no empieces, estoy enamorado y quiero casarme.
- ¡¡Enamolado, enamolado!! –dijeron burlonas las futuras suegras-. Segulo que tu novia es un putón velbenelo, fea como un dolol y más bluta que un caldo boliquelo.
- No te empañes en decir palabras que lleven erre mamita, que te cuesta mucho pornunciarlas –apuntó tímidamente el muchacho con ánimo de desviar la conversación.
- La culpa la tiene la esclitola que me acaba de invental china, olorosa y me temo que con muy mala leche –decían al compás.
- ¡¡Tú siempre echándole la culpa a otros!! Harías cualquier cosa con tal de tener razón.
- Pol lo plonto lo único que te ha acaleado tenel novia, es la példida ilepalable de tus dos paletos, que cuando sonlíes paleces un viejo chocho.
- Ya está bien mamá, siempre lo mismo… nada de lo que hago te parece bien.
- Bueno y ¿dónde has encontlado a esa plenda? –zanjaron Kemesuda y Mepika Toíto.
- Es una joven estampanante muy estilógrafa, no veas que estilo tiene para peinarse y maquillarse.
- Eso tendlé que vel-lo con mis plopios ojillos –decían las incrédulas chinas.
-
Digas lo que digas, la voy a defender a Caspa y espalda;
Sestampana es bellísima; una bellosidad
de chica. Mañana o pasado mismo, sin más
dilatación, la traeré para que veáis lo preciosa que es
la mujer de mi vida –zanjó Esterrato aún más enfático y contundente, dando así
por concluido este capítulo.
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