HISTORIA REAL COMO LA BIRRA MISMA
-CAPÍTULO 9-
-EL PADRE DE ESTERRATO-
Sestampana llevaba varios días barruntando (buena
palabra) que la vida del padre de Esterrato podría contener valiosas perlas
para esta historia que ocupa mi mente y mis ratos al escribirla y espero que
los buenos vuestros al leerla.
Había comenzado sus propios preparativos para el
bodorrio y aunque la ilusión la tenía más rota que su propia virginidad, no
tenía más remedio que continuar con esos planes de boda que ninguna chica
decente querría para sí, aunque claro está, si algo no era Sestampana, era
precisamente decente y tras saberse preñada de vete a saber quién, no tuvo más
opción –como vimos en los primeros capítulos- que agarrarse al clavo ardiendo que
le tendía el buenazo a la par que enamorado hasta el tuétano de Esterrato.
Una bonita mañana de domingo primaveral -al día
siguiente de haberse visto- la parejita había quedado en volver a verse en “su”
parque, con la sana intención de Sestampana de acuchillarle… no, no penséis
mal, (ya le gustaría a ella) de acuchillarle a preguntas para conocer un poco
más al familiurrio que en breve iba a ser el suyo para siempre.
Esterrato había ido a hacer todas las gestiones que su
novia le encargó y llegó agotado, pero tan puntual como siempre.
Sestampana se retrasó un minuto y cuando llegó vio
como Esterrato se levantaba del banco
con intención de marcharse.
Ese banco bajo un frondoso árbol que le cobijaba de
sol, seguía siendo su mejor opción para quedar y quedarse charlando sin optar
por una terraza en la que Esterrato hubiera tenido que convidar a su novia (o
dejar que pagara ella, que tampoco era tan rumboso Esterrato).
Sestampana apresuró el paso y llegó justo a tiempo de
agarrar por el brazo a su novio y detenerlo.
-
¿Dónde vas
Esterrato? –preguntó extrañada la preñada.
-
¡Pensé que ya no
vendrías y que todo mi trabajo de hoy habría sido en balde! –contestó
contrariado.
-
¡Pero si sólo me
he retrasado un minuto!
-
¡Pues se me ha
hecho estreno!
-
Eterno vida mía,
tan eterno como se me va a hacer a mí el vivir a tu lado.
-
No sé si eso es
bueno, pero oírte decir eso de vivir a mi lado me ha hecho feliz y te perdono
la espera que he sufrido.
-
¡Bueno cuéntame!
¿Qué tal las gestiones?
-
Mal, he desayunau deprisa para no llegar tarde y
no pude reposar después del píparo desayuno y he cogido flatos.
-
¿Qué tiene eso
que ver con las gestiones?
-
¡Ah! ¡Qué bobo!
¡Entendí las digestiones!
-
Bueno ¿cómo van
las gestiones? –recalcó- ¿Ya tienes
completa la lista de tus invitados? ¿Sabes si vendrá tu padre a la boda?
-
¡Estás más tonta
que preñada amor mío! –dijo molesto-. ¿No sabes que mi madre es viuda?
-
¿Viuda o soltera?
Que parece que el que no se entera eres tú. Vas a tener que leer de nuevo el
capítulo 3. Pone que tu madre nunca conoció varón.
-
¡Claro, por eso
soy huérfano de padre y muy señor mío!
-
Si no conoció
varón, ¿Quién puso la semillita?
-
No sé de qué
semillita me hablas, mi familia nunca fue de gricultores. Y mi madre
me cuenta pocas cosas, no es muy habladora.
-
¡Mejor no oírla
mucho! –pensó Sestampana. ¿Tú no le preguntas?... Bueno, cuéntame tu historia
como quieras, porque ya veo que si pregunto te sales por la tangente.
-
Sí, alguna vez pregunto, pero como tú dices,
mi madre me sale por detergente.
-
Por la tangente.
He dicho por la tangente.
-
¡Sabrás tú mejor
que yo por donde sale mi madre!
-
¡Vaya! ¡Me estás
saliendo respondón!
-
Pues mira, no sé
qué quieres decir con esa palabra tan rara. Algunas veces no te entiendo.
Hablas con muchas palabras rebuscadas pa
hacerte la linternata y eres tan tonta como yo… ¡O más!
-
Literata, puta,
no sé de qué más vas a acusarme.
-
No quiero causarte
nada, mucho menos enfado.
Sestampana miró a su novio con ojos de pantera
acalorada con ganas de echarle las garras al pescuezo, pero respiró hondo y
continuó preguntado.
-
¿Tus padres
fueron novios mucho tiempo?
-
Sí, mucho, creo
que una tarde… pero calla, a ver qué dices ahora que siempre me postillas
todo lo que digo, me interrumpes y no podemos seguir dialoguiando.
-
Si no te
interrumpo querido mío, será un monólogo.
-
¿Ves? ¡Otra
palabra rara!
-
Venga, no te
enfades y continúa contándome. La historia de tu familia parece interesante.
-
Mi madre tenía un
novio que se llamaba Aitor.
-
¡Vaya! ¡Un nombre
normal en esta novela! –dijo Sestampana.
-
Aitor Menta
Deaire –apuntó.
-
¡Ya decía yo!
-
Se daba muchos aires de grandeza…
-
¡Ah sí! ¿Era
grande?
-
Era mu pedorro.
-
¡¡Previsible con
ese nombre!!
-
A mi madre no le
gustaban esos aires y le abandonó, del disgusto Aitor Menta salió volando como
un globo y no saben dónde aterrizó.
-
¡¡Madre mía,
comenzamos bien con las historias que
han pasado en tus antepasados!!
-
Pues me temo que
cuando sepas más sobre mi presente y futuro no va a ser mejor.
-
Tranquilo
Esterrato, pondré de mi parte todo lo que sea necesario para hacerte muy feliz.
-
¡¡Qué bonito!!
¡¡Por algo me namoré perdidamientes de ti!!
-
Nuestro noviazgo
va a ser el más famoso del mundo. Sólo tiene la escritora que hacer una buena
promoción y que se lea mucho esta novela, aunque la pobre, la está vendiendo gratis
y de esa forma, dinero no va a ganar escribiéndola.
-
Va a ganar la sastifación
de que sus amigos se diviertan leyéndola.
-
¡¡Claro que si
Esterratito!! Venga, vamos a continuar con esta locura.
-
Tuvo otro novio
mi madre que se llamaba Francisco Rivera del Duero, un bodeguero borrachín que
veía doble y como mi madre nunca se separa de mi tía Mepika, el hombre se
volvía loco porque no sabía quién de las cuatro era su novia y la dejó en la
bocana del puerto tirada como una colilla.
-
Caliente,
encendida y echando humo ¿no?
-
Pues no sé, pero
tuvo que dejar de llorarle pronto porque con sus ojillos de puñal clavao en un melón y llorando, no veía
nada y se iba dando de golpes. Por eso tienen la cara tan apalastrada.
-
Yo creía que esa
cara de pan lechuguino era por sus rasgos orientales –dijo Sestampana-.
-
Claro, también.
Los rasgos ya los traía cuando nació.
-
¿Sufrió mucho tu
madre por la pérdida de ese novio?
-
Sufrió más por
los golpes en la cara, por eso dejó de llorar, ya te lo he dicho.
-
¿Qué pasó
entonces? –preguntó más curiosa que interesada.
-
Pues que un calvo saca otro calvo y aquella misma tarde se namoró perfídamente de
Peskando Kevienendando.
-
¿Un calvo?
-
No, un azul
marino que se fue a altas mares loco por perder de vista a las dos preciosas gemelas.
-
¡Vaya! ¡Otro desengaño!
-
No, marinero.
-
¡Continúa, anda,
que me estás irritando!
-
Cuando Peskando
Kevienendando zampó en su mercante, mi madre quedó en el puerto agitando el
pañuelo lleno de mocos y ahí mismo, en ese momento, conoció a Jorge Nitales
Estrozaítos.
-
¡Lo estoy viendo
venir!
-
¿Dónde? ¿Lo
conoces?
-
No Esterrato, por
su apellido seguro que ahora me dices que era follador
poco mordedor jejejejeje
-
No entiendo lo
que dices cariño, pero el pobre Jorge tuvo mala suerte.
-
¡Lógico!
Enamorarse de tu madre tuvo que ser horrible.
-
Pues estaban namorados
los tres, aunque él tampoco sabía de quien de ellas lo estaba.
-
¿Qué ocurrió
entonces?
-
Que se fue
haciendo Fu
como el gato.
-
Entonces tu madre
y tu tía se quedarían desoladas.
-
No, se quedaron
mirando las olas precisamente.
-
¡Qué románticas!
-
No tardó mucho en
llegar por allí un pescador vasco que se llamaba Iñaky Unpeskarín. Al verlas
tan solitas mirando al horizonte, se compadeció de ellas y las invitó a dar un
paseíto en su barquita.
-
Ohhh ¡Qué bonito!
-
No creas, Iñaky
Unpeskarín se arrepintió de haberlas invitado, porque tanto mirarlas embobado,
no se dio cuenta de que se había alejado demasiado de la orilla y cuando quiso
dar la vuelta no pudo.
-
¿Por qué no pudo?
¿Qué se lo impedía?
-
No pudo porque
vino una ola altísima y se cayó por la bordada de la barquita.
-
¡Por la borda!
-
Eso he dicho, por
la bordada,
se cayó y le atacó un escuálido.
-
Escualo.
-
¿Cómo que cualo? ¡Un tiburón!
–dijo molesto-. Era pescador, se cayó al mar y no pudieron hacer nada por él.
-
¡Lo siento!
-
¿Cómo vas a
sentarlo? El tiburón lo comió de cintura para abajo.
-
¡Pobrecillo!
-
Son Ganges
del anfibio.
-
Gajes del oficio
–rectificó entre sin ganas y muy estresada.
-
Eso, gases del ofidio.
-
¡Menudo disgusto
se llevarían las pobres! –dijo Sestampana.
-
Pues sí, fue
menudo, no muy grande la verdad. ¿Pa
qué querían un novio tronco? ¡Total habían perdido la cuenta de cuantos novios
habían tenido esa tarde! ¡Otro vendría que a mí bueno me haría!
-
¡Menuda tarde
atareada tuvo tu madre! ¡Y tu tía!
-
Esfetivamente, pero aún no te he contado lo mejor.
-
Cuenta, cuenta,
me tienes en ascuas.
-
No sé qué es pascuas,
no estamos en Navidad, pero lo importante es que te tengo –decía feliz el
novio.
-
Gracias por
quererme tanto Esterrato.
-
Pues como NO te iba diciendo,
tras el incidente del escuálido, un barco llevó nuevamente al puerto a mis queridas japochinitas. Mi madre estaba gotada
de tanto namorarse y desnamorarse y decidió sentarse a
esperar un provenir.
-
Porvenir.
-
¡Eso! Por venir
al puerto esa tarde decidió que nunca más se volvería a namorar porque había
sufrido demasiado y se quedó dormida llorando sentada en un bolardo de amarre.
-
¡Pobre mujer!
Tuvo una tarde de mala suerte.
-
Mi tía Mepika se
quedó velando el sueño a mi madre, sentada en el mismo bolardo.
-
Qué raro que no
se durmiera ella también. Hablan al unísono y todo lo hacen al mismo tiempo.
-
Incluso se lavan
los dientes con el mismo cepillo.
-
¡¡Qué ascazo!! –apuntó Sestampana al borde de
la arcada.
-
Es que son muy
gemelas.
-
Sí, y japochinas cochinas.
-
Yo las he visto
sentadas una pegada a la otra en el Water, con una postura que ya quisieran los
controsionistas
-decía Esterrato.
-
¿También se
sincronizan para mear? ¿Qué más hacen juntas?
-
¡Preñarse!
-
¿Qué dices?
–preguntó asustada Sestampana-. ¿Se preñaron las dos? ¡¡Cómo, si no se
separan!! ¿Tienes un primo? ¡No me lo habías dicho! ¡No será tan feo como tú!
¡¡Ni tan tonto!! ¡¡¡Los lectores no podrán con otro igual que tú!!! ¿Va a vivir
también con nosotros en la Moncloaca? ¡¡No cabremos!! –decía al borde de un ataque de ansiedad
Sestampana.
-
Tranquila cariño
que te va a dar algo.
-
Sí, un ataque de
ansiedad, lo acaba de escribir la mujer ésta. ¿De veras tienes un primo?
-
No, la que folleteó
fue mi tía pero se preñó mi madre.
Sestampana ante tamaño despropósito, no sabía qué
hacer, si cortarse las venas con la batidora o dejárselas largas como las tenía
de nacimiento.
-
¿Qué dices?
–acertó a preguntar atónita-. Explica eso.
-
Pues como mi
madre estaba dormida como un tronco y roncando como un cebú con midalitis,
mi tía Mepika pudo al fin namorarse por si misma de un chico mu guapo que pasó
por allí y se piadó de ella. Tablaron amistad y allí mismo la
poseso.
-
Poseyó
-
¿Tú? ¡Qué sabes
tú!
-
¡Calla y
continúa, anda!!
-
Aclárate ¿me
callo, continúo, ando?
-
¡Sigue hablando
idiota!
-
Idiota tendrá que
ser, porque ya sabes que mu listo no soy.
-
Perdona
Esterrato, estoy muy nerviosa. Continúa hablando por favor, que estás en lo más
interesante del relato.
-
Poseso, que se la tiró allí mismo.
-
¡Qué rapidez!
-
Asín es, el noviazgo duró poco porque con los gemidos de
mi tía, se despertó mi madre y el chico
salió huyendo sin tiempo ni de subirse la bragueta.
-
¡¡No sé de qué me
suenan esas rapideces cariño!!
-
¿Por qué lo
dices?
-
Por nada
Esterrato, por nada.
-
Las dos se
quedaron mu
tristes porque no sabían el nombre de su hombre.
-
¿Por qué no
sabían su nombre?
-
Porque no se lo
preguntarían digo yo.
-
¡Lógica respuesta! ¿No se volvieron a ver?
-
No
-
Pues qué pena
parecía el comienzo de una bonita historia de amor… Bonita o vete a saber.
-
¿Dónde quieres
que me vaya a saber a estas alturas?
-
Sigue con el
relato Esterrato, que te enrollas como una persiana vieja.
-
Vale, continúo.
Varios días después, mi tía no paraba de llorar y mi madre de gomitar.
-
¿Por qué vomitaba
tu madre cuando tu tía lloraba? ¡Qué descoordinación!
-
Mi tía lloraba
porque se acordaba del hombre y mi madre momitaba porque estaba empreñada.
-
¡¡Pero eso es
imposible!!
-
Pues asín fue como concurrieron
los hechos.
-
Claro, con razón
en el capítulo 3 ponía que tu madre no conoció varón.
Sestampana no sabía si creer lo que escuchaba o recordar todo lo que
llevaba leído en esta novela surrealista hasta los tuétanos.
No podía juzgar de loca a la escritora. Comprendió que
al escribir, al parir tanto despropósito, la mujer mantenía la mente ocupada en
crear la historia, evadiéndose del mundo real y de todo lo que pudiera rodearle
durante la creación de la historia.
Hilando conversaciones y situaciones locas, no sólo no
hacía mal a nadie, más bien todo lo contrario; pensaba que todo aquel que
leyera su imposible historia, podría también evadirse del propio mundo cruel
que nos rodea a todos y podría gratuitamente esbozar una sonrisa o incluso
soltar una carcajada… O no.
¡¡Pobre de aquel que piense que está loca, porque el
loco siempre será él!!
No hay mejor cosa en la vida que reír. Si “perder el
tiempo” leyendo locuras es ganarle el tiempo a los pensamientos negativos,
Sestampana imaginaba que escribirlos debía ser apasionante, gratificante,
rejuvenecedor y relajante...
Sestampana
estaba segura que imaginar escenas tan
surrealistas, haciéndolas creíbles como si de una novela “seria” se tratase;
seguramente era mucho más difícil que escribir cualquiera de las cosas que su
particular escritora escribe en verso o en prosa.
Sestampana se sentía feliz de haber sido elegida para
encarnar el papel protagonista de éste despropósito.
La historia que estaba escuchando contar a Esterrato
la tenía preocupada. Quería saber cómo continuaba.
-
¿Nunca te dijeron
qué aspecto tenía tu padre?
-
No mucho, pero
dicen que era guapísimo y muy moreno.
-
¿De
verdad tu padre era guapo? ¡Qué pena!
-
¿No
te gustan los guapos? ¡Claro! ¡Por eso te casas conmigo!
-
¡No
hombre! Me da pena que no hayas salido guapo como él.
-
Confórmate
con que no he salido a mi madre.
-
¡Pues
también es verdad! Anda, continúa hablando de tu padre, querido.
-
No me
dio tiempo a quererlo. Era mi padre, pero querido, querido, la verdad no mucho…
En todo caso fue el querido de mi madre…pero hubiera sido un padrastro mío y a
mí no me gusta esa palabra. Prefiero decir uñero.
-
Para
no saber nada de tu padre, sabes un montón.
-
¿Montón es un monte grande? No quiero
meter la pata en las respondidas que luego te enfurruñas.
Hubo un largo silencio. Sestampana a punto
del patatús por semejante pregunta absurda, tomó aire varias veces haciendo una
respiración que relajara la tensión que estaba sufriendo. Esterrato se percató
y se asustó pensando que su novia estaba enferma o algo peor: ¡¡enfadada!!
-
Sestampana
me estás asustando. ¿Qué te ocurre? ¿No te gusta mi historia? Si quieres la
cambio.
-
¿Cambiar
la historia? ¡¡Esterrato!! –gritó-. ¡¡No te lo estarás inventando todo!! –logró
decir verdaderamente contrariada.
-
Tranquilízate
mi amor, no vaya a ponerse nervioso nuestro hijo y cuando nazca no nos deje
dormir por las noches.
-
Me lo
pones muy difícil para vivir tranquila Esterrato.
-
¡Qué
culpa tengo yo si así currieron las cosas! ¡Yo no me estoy
ventando
nada!
-
Entonces ¿Tu
padre vive o lo has perdido?
-
¿Yo? ¿Me crees
tan despistado como para perder un bulto tan grande?
-
Sí, despistado y
despichado Esterratito mío.
-
Pues no sé, yo
aún no había nacido y no me acuerdo si se murió o está desaparecido. Al final
tendremos que preguntar a mi madre.
-
¡Uf! A tu madreno
me apetece mucho preguntarle nada, además, cuanto menos diálogo tenga en la novela, mejor
para el lector.
-
¡Pues a mí me
parecen graciosas! –defendía el tontito.
-
Sí, sí
¡graciosas! A mí me parecen más insoportables que graciosas ¡¡Y sólo las he
visto un par de ratos Esterrato!!
-
Mi vida, ya verás
como pronto querrás mucho a las dos –decía poco convencido el chico.
-
Cariño, hablando
en serio ¿entonces no sabes si el hombre murió o desapareció?
-
¿Es una pregunta pletórica?
-
Retórica.
-
Sí retorcida también.
-
Perdona si te ha
molestado –dijo la chica tomando la mano al atribulado chico.
-
No te preocupes,
comprendo que quieras saber cosas de mi teresante vida.
-
¿Nunca lo
conociste? –volvió a la carga Sestampana.
-
Lo conocí un
poco, aunque dejé de verlo cuando yo era muy pequeño y ya sabes que tengo muy
mala memoria, por eso no me acuerdo de él.
-
¿No te da pena?
-
Me da rabia.
-
¿Rabia no
acordarte de tu padre?
-
No, rabia de
tener tan mala memoria.
-
¿Sabes cómo se
llamaba?
-
Creo que se llama
Retuerto Tanagusto Redolío –dijo al fin.
-
¿Retuerto? ¡Qué
curioso! Nunca había oído ese nombre tan raro. ¿Era español?
-
Era polaco.
-
¿Polaco?
-
¡Po sí!
-
¿Po sí o polaco?
–bromeó Sestampana-. Mientras no salga tan tonto como tú, me conformaré. Si
como dices tu padre era muy guapo, espero que al menos nuestro hijito se
parezca a su abuelo.
-
No sé si te
gustará mucho que se parezca a él porque mi padre era guapo, pero también muy suyo,
bruto y limpío.
-
Querrás decir
impío, ateo…
-
¡Atento! ¡Yo qué sé si era atento! También eso se lo tendrás
que preguntar a mi madre.
-
¡Uf! ¡Pues me voy
a quedar con las ganas! ¡Yo a tu madre no voy a preguntarle ni esto ni otra
cosa!
-
Pues te vas a
quedar en la napia.
-
Inopia, en la
inopia. Me voy a quedar en la inopia –gritó.
-
Lo que tú digas,
que parece que todo lo sabes…¡¡¡Y no me grites!!! –gritó más que ella.
... CONTINUARÁ